Un mar de recuerdos - Elena Stefani

Un mar de recuerdos - Elena Stefani

Siempre he sido una chica que ama viajar y la aventura. El deseo de viajar y descubrir nuevos rincones del mundo me ha llevado a lo largo de los años a recopilar recuerdos vinculados a lugares impresionantes que sólo pensar en ellos me produce escalofríos. Nada más llegar a Formentera me sentí inmediatamente como en casa, la isla, la gente y el calor del sol despertaron en mí una serie de sensaciones positivas y percibí enseguida un fuerte sentido de pertenencia. Durante los primeros días exploré varias playas, calas y senderos que confirmaron las consideraciones que había hecho a primera vista.

Entonces, el punto de inflexión…

Participé en una excursión en barco organizada por Orcasub Formentera . Utilizando el servicio de transfer, organizado por ellos desde el hotel Maryland, yo y otro grupo de clientes llegamos al puerto donde nos encontramos con nuestro capitán Luca.

Tras darnos una breve pero efectiva explicación del tour que haríamos esa tarde, zarpamos rumbo a Espalmador, una isla privada a la que sólo se puede acceder en barco. Durante esta primera travesía pudimos admirar “Illetes”, el banco de arena más famoso de la isla que se extiende hasta “Espalmador”.

La luz del sol reflejándose en el mar creaba efectos espectaculares, mezclando vetas de azul cristalino con vetas de azul zafiro. Y justo en medio de ese mar Caribe se encuentra una isla que pensé que sólo existía en fotografías. Una mezcla de arena muy clara con reflejos rosáceos y vegetación que destaca en medio del mar. Pasé casi una hora caminando sobre la suave arena explorando la pequeña isla y fue en ese momento que me di cuenta de que ese recuerdo permanecería para siempre en mi corazón.

Una vez reanudamos la navegación, pusimos rumbo a otro punto interesante de la costa, tanto por la belleza del paisaje como por la claridad del mar: Punta Prima. Allí también nos equipamos con máscaras y tubos, nos sumergimos para refrescarnos y observar la diferente flora y fauna marina.

 

Luego caminamos por acantilados coloreados en todos los tonos de ocre que reflejaban la luz del sol hasta llegar a la entrada de unas cuevas. La embarcación en la que íbamos, al ser un dinghy, nos permitió adentrarnos en las cuevas en profundidad y así pudimos admirar el juego de luces y colores que creaban las rocas y el agua al reflejar la luz del sol durante la tercera parada de nuestro recorrido. Nuestro capitán Luca nos dio una máscara, un tubo y aletas y nos invitó a visitar las profundidades de la cueva.

La última parada, aunque no en belleza e importancia, de nuestra excursión fue “Cala Embaster”: una ensenada rocosa caracterizada por 3 profundos agujeros en la costa que luego descubrí que se llama “Varaderos”, instalaciones de almacenamiento de barcos típicas de las Islas Baleares. Después de una parada para hacer snorkel, un personaje muy amigable que se hacía llamar “Mojitoman” se unió a nosotros en un pequeño bote, básicamente un bar flotante.

¡Nunca he tenido la oportunidad de que me preparen y sirvan una bebida literalmente en medio del mar!
Una vez reanudamos la navegación nos dirigimos hacia el puerto para regresar a casa.

Esta experiencia ha pasado a formar parte de mi círculo de recuerdos que voy coleccionando mientras viajo alrededor del mundo, cada vez que piense en Formentera lo primero que recordaré será la clara playa de Espalmador y su verde vegetación, las costas que reflejaban la luz del sol sobre el mar y las magníficas vistas de esta isla que, vista desde el mar, todavía parece incontaminada y desconocida para el hombre.

Elena Stefani

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